La Chicharra era una negra,
que vivía en el cuartel,
afilaba con el cabo,
el sargento, el coronel.
Si la guerra es cosa de hombres,
como se dijo, por qué
Juana, Padilla, Chicharra
ibas con ellos, también.
Cosa de hombres, pensarías,
mientras caminando ves
los niños muertos de hambre,
viejas contra la pared
de ranchitos que no caen
sobre malvas o yaltén,
porque aún no decidieron
para qué lado caer.
Cosa de hombres, pensarías,
Virgen María y José,
con el maizal arrasado
y hasta el manantial con sed.
La Chicharra era una negra,
que vivía en el cuartel;
afilaba con el cabo,
el cuchillo, el coronel.
Mejor ir con el ejército,
por su hombre o por sus pies
que, como candil ahumado,
en un rincón perecer.
La Chicharra era una negra,
no vivía en el cuartel,
afilaba con la guerra,
el cuchillo de su ser;
con divisa colorada
o el blasón del Cordobés,
compartió la soldadera
la victoria o el revés.
Sufrió y sudó en los caminos
enancada, en carro, a pie
y, a lo más, un parte dijo:
ayer murió una mujer.
La Chicharra o la Padilla
vienen recordándote
que en sus vidas se asentaron
filos del amanecer.
que vivía en el cuartel,
afilaba con el cabo,
el sargento, el coronel.
Si la guerra es cosa de hombres,
como se dijo, por qué
Juana, Padilla, Chicharra
ibas con ellos, también.
Cosa de hombres, pensarías,
mientras caminando ves
los niños muertos de hambre,
viejas contra la pared
de ranchitos que no caen
sobre malvas o yaltén,
porque aún no decidieron
para qué lado caer.
Cosa de hombres, pensarías,
Virgen María y José,
con el maizal arrasado
y hasta el manantial con sed.
La Chicharra era una negra,
que vivía en el cuartel;
afilaba con el cabo,
el cuchillo, el coronel.
Mejor ir con el ejército,
por su hombre o por sus pies
que, como candil ahumado,
en un rincón perecer.
La Chicharra era una negra,
no vivía en el cuartel,
afilaba con la guerra,
el cuchillo de su ser;
con divisa colorada
o el blasón del Cordobés,
compartió la soldadera
la victoria o el revés.
Sufrió y sudó en los caminos
enancada, en carro, a pie
y, a lo más, un parte dijo:
ayer murió una mujer.
La Chicharra o la Padilla
vienen recordándote
que en sus vidas se asentaron
filos del amanecer.
inviata da Bernart Bartleby - 24/3/2016 - 15:41
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Scritta da Washington Benavides, Carlos Benavides ed Eduardo Larbanois, tutti artisti uruguayi del cosiddetto “Grupo de Tacuarembó”, formatosi negli anni della dittatura (1973-85) con l’intento di proporre la musica popolare come migliore forma di resistenza.
Nell’album intitolato “Desde Tacuarembó”, inciso da Zitarrosa a Buenos Aires nel 1975, dove riparò nei primi anni del suo lungo esilio, ma pubblicato in Uruguay solo dopo la fine della dittatura
Testo trovato su Cancioneros.com
Soldaderas, o adelitas, erano chiamate le donne che parteciparono alla Rivoluzione messicana (1910-20). Raramente combattenti, erano per lo più cuoche, infermiere, “donne di conforto”, comunque in ruoli che in quel conflitto furono fondamentali.
Al di là di una visione romantica, in gran parte tramandata nei corridos della Rivoluzione, di fatto si trattava di donne costrette a quella scelta, a seguire gli uomini in guerra, per non morire di fame o delle violenze delle soldataglie: “mejor ir con el ejército que en un rincón perecer”, canta Zitarrosa.
L’apporto fondamentale delle donne nella Rivoluzione contribuì al progressivo cambiamento dei rapporti di forza tra i generi in un paese fortemente machista e patriarcale.