Yo no sé si eras o no culpable,
¡Oh, muerta mía!, inesperada.
Sé que eras madre de Mikel y de Robi,
y que, como yo, cantabas.
Yo tuve, como Robi, seis años inocentes,
y, como Mikel, diez de risa despeinada.
Y tuve una madre triste.
Nunca pensé que nadie me la matara.
Nunca pensé que a una monstruosa silla
pudiera estar atada.
Y que le dieran muerte cinco veces,
hasta que de mi se olvidara.
Todo el mundo te sentía inocente,
porque cantabas.
Todo el mundo te había perdonado.
Eras la dulce perdonada.
Tú no habías destruido una ciudad entera,
con hombres, árbol y casa.
Habías revelado, dicen, el secreto de un arma.
Mi madre siempre me alejó de ellas.
Tenía miedo de tocarlas.
Todo el pueblo te había perdonado,
porque cantabas.
Te había abierto las puertas del regreso.
Te había dicho: ¡anda!
Eras la madre de Mikel y de Robi.
Afuera estaban con paloma y rama.
¡Creen que te mataron!, y no es cierto.
Ya estabas libertada.
Has salido de viaje por el mundo.
Hoy entraste en mi casa.
Te sentaste a mi mesa, sin hablar.
Eres eterna y blanca.
¡Oh, muerta mía!, inesperada.
Sé que eras madre de Mikel y de Robi,
y que, como yo, cantabas.
Yo tuve, como Robi, seis años inocentes,
y, como Mikel, diez de risa despeinada.
Y tuve una madre triste.
Nunca pensé que nadie me la matara.
Nunca pensé que a una monstruosa silla
pudiera estar atada.
Y que le dieran muerte cinco veces,
hasta que de mi se olvidara.
Todo el mundo te sentía inocente,
porque cantabas.
Todo el mundo te había perdonado.
Eras la dulce perdonada.
Tú no habías destruido una ciudad entera,
con hombres, árbol y casa.
Habías revelado, dicen, el secreto de un arma.
Mi madre siempre me alejó de ellas.
Tenía miedo de tocarlas.
Todo el pueblo te había perdonado,
porque cantabas.
Te había abierto las puertas del regreso.
Te había dicho: ¡anda!
Eras la madre de Mikel y de Robi.
Afuera estaban con paloma y rama.
¡Creen que te mataron!, y no es cierto.
Ya estabas libertada.
Has salido de viaje por el mundo.
Hoy entraste en mi casa.
Te sentaste a mi mesa, sin hablar.
Eres eterna y blanca.
inviata da Dead End - 1/8/2012 - 10:31
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Nel disco compilativo “Viento del pueblo” (Vol. 2, 2001)
Jorge Cafrune
Ed era veramente libero Jorge Cafrune, tanto libero che nel 1978, mentre intraprendeva un viaggio a cavallo in omaggio a José de San Martín, padre dell’Argentina indipendente, venne ucciso in quello che fu fatto passare per un incidente stradale, mentre è noto che la dittatura gliela aveva giurata dopo che, nel corso di un concerto a Cosquín, Cafrune aveva osato cantare una canzone proibita dal regime, Zamba de mi esperanza
E pure quest’altra canzone sarà stata certamente censurata, visto che è dedicata niente meno che alla moglie di Julius Rosenberg che con lui fu elettrificata nel 1953 dopo la condanna per spionaggio a favore dell’Unione Sovietica. In base a documenti desecretati nei primi anni 90, se il marito era in effetti un agente sovietico, il reale coinvolgimento di Ethel Rosemberg era quanto meno dubbio.
Colpevoli o meno, Julius ed Ethel Rosenberg – comunisti ed ebrei – finirono fritti sulla sedia elettrica, gli unici americani a fare quella fine nel corso della Guerra Fredda. Per giunta, mentre Julius venne ucciso alla prima scarica, per Ethel ce ne vollero ben cinque e all’ultima la camera di esecuzione si riempì del fumo esalato dal cranio della malcapitata.
37 anni lui, 35 lei, lasciarono orfani Robert e Michael, i due figli di 10 e 6 anni…